El pasado jueves 16 de noviembre tuve la suerte de participar en el Foro de Transformación Sanitaria, que organiza Deusto Business School Health, y que en sus dos ediciones de 2017 ha tratado la “Experiencia y Participación del Paciente como clave para la transformación del sistema sanitario”.
La experiencia fue muy enriquecedora, y el nivel de las mesas y los workshops muy alto. Yo participé en la mesa sobre “Comunicación entre pacientes y profesionales sanitarios en la era digital”, en la que hablé sobre el liderazgo del profesional sanitario para responder a los retos que pone encima de la mesa la aparición de ese nuevo perfil de paciente que ha generado esta “era digital”. Si quieres, puedes ver mi presentación aquí:
Compartí mesa con dos ponentes de altísimo nivel como Joan Carles March y Ana Casas. De la intervención de Ana, y de las inspiradoras conversaciones que tuve con ella después, me voy a quedar con una idea sobre las relaciones médico-paciente, que además está muy relacionada con lo que yo expuse: la necesidad de reivindicar la figura del «médico de toda la vida». Una figura icónica y algo romántica de una persona con verdadera capacidad para influir en sus pacientes, gracias a su autoridad y a un comportamiento humano y sencillo.
Da la impresión de que en estos tiempos, los avances tecnológicos y la influencia de lo digital canibalizan las relaciones entre los profesionales sanitarios y sus pacientes. Nos esforzamos en estudiar cómo integrar las tecnologías de la información en los circuitos asistenciales (algo por supuesto necesario), pero corremos el riesgo de perder de vista que la asistencia sanitaria se basa, de manera esencial, en el establecimiento de una relación con nuestros pacientes. Y esta relación se construye sobre las conversaciones, sobre la escucha, sobre la generación de un entorno de confianza, sobre la aceptación de aquello que le sucede a nuestro paciente…
¿Acaso no eran estas las características de la relación que establecíamos tradicionalmente con el «médico de toda la vida»? El médico que conocía aspectos personales de sus pacientes, que se interesaba de verdad por su estado de ánimo, por las preocupaciones, por los miedos… Ana lo expuso en su condición de oncóloga (y paciente), enfatizando que en el tratamiento de pacientes con cáncer, los aspectos relacionales son críticos en el afrontamiento de la enfermedad y en la obtención de mejores resultados, y más cuando lo científico-técnico todavía no nos puede dar respuesta positiva en todos los casos.
Muchas de las competencias que recordamos del «médico de toda la vida» están asociadas a habilidades de comunicación, y como toda habilidad, es necesario reconocerlas y ejercitarlas, y en el debate posterior a la mesa surgieron varias voces que, como la nuestra, defendían le necesidad de incorporar la comunicación a la formación que reciben nuestros profesionales sanitarios, para establecer relaciones más efectivas con los pacientes.
Trabajemos en incorporar toda aquella tecnología que sirva para mejorar la asistencia que prestamos a nuestros pacientes, pero no olvidemos que, en último término, a día de hoy no hay una tecnología que sustituya ni mejore la relación que se establece, o se debe establecer, entre los profesionales sanitarios y sus pacientes.